Fulbito para la tribuna
Por Rodolfo Nadra *
Como una crónica de muerte anunciada, la Cámara de Diputados convirtió en ley esta madrugada la Emergencia Ocupacional, llamada Ley Antidespidos. Se trató de una ridícula “epopeya” para legitimar, tras un breve hálito de vida, su inmediato veto por parte del presidente Mauricio Macri.
No hubo sorpresas, aunque así se pretenda calificar el vaivén de los tejes y manejes espurios, por parcelitas de poder, que con más ruido que nueces apuraron los principales protagonistas de este enredo, fundamentalmente los legisladores del Frente para la Victoria, el massismo y el oficialismo.
Como era lógico, siempre que se negocia sin principios y sólo con fines de mero oportunismo político, el desenlace devino en una puesta en escena en la que los supuestos enemigos jurados, del kirchnerismo y Cambiemos, acordaron juntar fuerzas para llevar a vía muerta la ley, asegurando así la ecuación “se vota y se veta”, sin mayor costo para ambos.
Un fraude para los centenares de miles de trabajadores que el 29 de mayo, exigieron una ley que frenara la ola de despidos y saludaron la madurez de la dirigencia sindical multicolor que, por primera vez, ocupó unida el palco frente al Monumento al Trabajo en el bajo porteño.
No es una afirmación antojadiza. El kirchnerismo, que con los mismos argumentos del ahora oficialismo se había opuesto a todos los ítems que propuso ahora en su proyecto, se negó a agregar una coma en el Senado e instó a los massistas para que lo aceptaran a libro cerrado. Estos últimos, a su vez, con igual aspiración a aparecer “encabezando”“≠”´≠”“÷¬” la oposición, ensayaron una verónica y se negaron a dar quórum en la sesión de Diputados de la semana pasada. Frustraron así la sanción ese día. Querían seguir discutiendo ayer su propuesta de incluir un sistema de ayuda para las Pymes y otros temas, que obligarían a volver a la Cámara Alta, algo que no sucedió.
Lo cierto es que ambos se ocuparon de hacer incompatibles sendos proyectos y no se movieron de sus trece. En rigor, sabían que habría veto y querían diferenciarse y “robar cámara” a su favor. Nada que ver, en concreto, con los intereses de los trabajadores. No por casualidad esta “pelea” sin destino provocó realineamientos inesperados y contradictorios entre los legisladores de origen sindical de los distintos bloques. Sin posibilidad de pesar en los números, la izquierda plantó posiciones testimoniales y se sumó al proyecto del Frente para la Victoria.
Resultado final: un verdadero Parto de los Montes, con Cambiemos dando quórum y absteniéndose, con el propósito explícito de elegir qué proyecto vetaba (el del massismo, si era ratificado después por el Senado, implicaba un mayor costo fiscal) para terminar garantizando un nuevo tramo de impunidad al salvaje ajuste gubernamental. No fue gratis, claro. La posibilidad de desaforar al ex ministro Julio De Vido para que la Justicia allane su domicilio pasó a dormir la siesta en Comisión.
Lo concreto es que quedó abortada, por ahora, toda esperanza de los trabajadores de frenar institucionalmente la escalada de despidos, al tiempo que, salvo la posición de la CTA que llamó al paro, el resto de la dirigencia, además de la pintoresca opción de Hugo Moyano por la AFA, parece más preocupada ahora por el toma y daca en el próximo Consejo del Salario y las paritarias aún pendientes.
En definitiva, no fue más que fulbito para la tribuna. La pregunta es ¿hasta cuándo? Las centrales obreras y los políticos opositores tienen la palabra. La espontaneidad y sus consecuencias aguardan a la vuelta de la esquina.
* El autor es periodista y abogado.